La noche nos busco mas temprano de lo que esperábamos… En el día habíamos alcanzado nuestro destino final después de una caminata de tres días. El refugio Jacob, encerrado entre valles y reyes con formas de montaña. Éramos dos amigos. Pato era, es, será su nombre. Después de reconfortar un poco el espíritu con alguna cosa dulce y humeante, decidimos hacer una visita a una laguna cercana.
Cuando alcanzamos la laguna, sentimos, o por lo menos yo, que no necesitaba de nada. Solo estar ahí. Mirar las nubes, los témpanos que, indistintos, convivían con el agua. Estar. Y así nos quedamos. Sin hablar. Nos quedamos sin darnos cuenta que la noche estaba ansiosa, y de que el refugio estaba lejos: Que estaba lejos, era también decir, que había desaparecido. Todos bien sabemos que en la oscuridad las cosas no se ven, ni saben igual. Si, se había esfumado, los ruidos tragados por el viento. Esparcida toda señal que nos arrimara a nuestra carpa. Para peor, la linterna perdía potencia. Sin luz las piedras son potencialmente más filosas. Después de andar sin sentido, nos dimos cuenta que teníamos que tomar una decisión. Nos sentamos, prendimos nuestros respectivos tabacos y esperamos que el viento parase con los gritos. Supongo, era otra cosa la que esperábamos. También fue otra cosa la que nos intercepto. Una luz, una luz zigzagueante. Hacia rato nos habíamos preguntado porque no veíamos, siquiera, la luz del refugio, ¿por que no estaba donde tenía que estar? Y ahora aparecía esta luz. Activamos nuestros movimientos, sabíamos que no teníamos demasiado tiempo, que en cualquier momento, lo que suponíamos una linterna, se apagaría. Sin embargo pasados los diez primeros minutos, la luz seguía,. Pasado los diez primeros minutos la luz se hacia mas grande, se acercaba. No nos cuestionamos, nada, nada en absoluto. Ni su origen, ni porque crecía, ni nada. Solo cuando la sentimos inminente, cuando nos dimos cuenta lo cerca que estaba. En ese momento, me olvide de la piedras, de la noche y de todo. Justo antes de alcanzar la luz, mi pánico fue tan grande, que le propuse a Pato que nos escondiéramos, que dejáramos que pasara. Era tarde. La luz ya nos envolvía, la luz nos recortaba entre tanta oscuridad. La recuerdo potente, sentí la angustia que cualquier interrogado pudo haber experimentado (Mel Gibson en “El complot” y mejor no salirnos de la ficción)
De inmediato, una voz. Me tranquilice, era humana.
No entendía lo que nos decía, pero avanzamos hacia ella. Pato llego primero a su lado. Paso a ser devorado por esa espesura amarillenta que no dejaba de iluminar. ( hasta lo que yo sabia, el bien podría haber sido siempre parte de esa luz, y el complot ya no estaría en el seno de una ficción lejana) Pensé darme la vuelta, perderme en la negrura, gritarles a esos cerdos que nunca me atraparían.
Mis siguientes cinco pasos me depositaron justo al lado de la luz. Un segundo antes de que cediera pensé lo peor.
Dos segundos después, me encontré con la cara de Pato. Justo después, tres, gire y descubrí el rostro de una mujer. Me ofrecía vino, me ofrecía vino en una copa de vidrio. (Era francesa. Los surcos empezaban a hacerse con su piel.) No pude mas que aceptarlo, no pude mas que mirarme con mi amigo y comprobar que el también tenia una copa. Ella nos hablaba en ingles, porque ya había identificado que el francés no nos sentaba bien. Con su linterna término de guiarnos hasta el refugio, donde terminamos de emborracharnos, donde termino de contarnos parte de su inconclusa historia, donde termino de desconcertarnos con lo que parecía un pasado inmediato…
Porque no es cierto si les digo que ella apareció únicamente para salvarnos. Durante el día, durante la caminata la habíamos cruzado varias veces, inclusive en el refugio. Después la perdimos para que sea ella quien nos vuelva a encontrar.
Pero lo que si es cierto es que la noche anterior, vimos con mi amigo, como una luz caía desde el cielo totalmente perpendicular y se perdía detrás de una montaña. Una luz blancuzca, que de a ratos se teñía con tonos plateados, prendiendo un valle gigantesco como si el día se hubiese cansado de dormitar…No tan blancas eran las palabras de nuestra nueva amiga “francesa”, que por mas simpáticas, la extrañeza de la situación y de sus respuestas me sigue persiguiendo hasta hoy.
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